Como reacción a la inamovible autoridad que los progenitores ejercieron sobre sus vástagos durante décadas, el nuevo modelo de paternidad es mucho más permisivo. Algo que ha llevado a muchas familias a temer que, quizá, hayan ido demasiado lejos sobreprotegiendo y mimando a sus hijos hasta el punto de que estos no sepan desenvolverse en el mundo real o bien se hayan convertido en unos presuntuosos dictadores.
El médico considera que la voluntad de hacer que “los chicos decidan” (lo que llama “el mantra del buen padre”) ha herido sensiblemente a los niños.
En el pasado, recuerda Sax, no cabe ninguna duda de que el criterio de los padres habría prevalecido. Sin embargo, la niña fue finalmente matriculada en el colegio que ella quiso. ¿Por qué? El médico se lo preguntó a la madre, y esto fue lo que respondió: “Creo que ser un buen padre significa dejar que los niños decidan”, explicaba. “Así es como aprenden, ¿no? Si tomase las decisiones por ella, ¿cómo sabrá elegir por sí misma? Si la fuerzo a ir a una escuela que no había elegido, ¿qué le digo si luego se queja?” Ahí se encuentra la tragedia, asegura Sax: en sacrificar el criterio de un adulto por el de un niño, algo que puede dañarle seriamente: ¿No habrá un momento en el que la niña se arrepienta de no haber estudiado en la mejor escuela, mucho tiempo después de que la fan de Beverly Cleary haya desaparecido de su vida?
Este es el diagnóstico que realiza Sax: “Durante las últimas tres décadas, ha habido una importante transferencia de autoridad de los padres a los hijos”, señala en la introducción del libro. “Junto con esa transferencia ha llegado un cambio en la valoración de las opiniones y preferencias de los niños”. Aunque bienintencionada, el médico considera que la voluntad de hacer que “los chicos decidan” (lo que llama “el mantra del buen padre”) los ha herido sensiblemente, que a esa edad aún no saben tomar las decisiones más apropiadas para ellos, y que les ha conferido una autoridad desmesurada. […]
Hasta que sepamos dónde debe encontrarse esta realmente, podemos echarle un vistazo a las cinco soluciones que Sax propone:
- La familia es lo primero. Muchos padres, en su desesperado intento de aupar a sus hijos al puesto número uno, prefieren sobrecargar la agenda de los niños que dejarles que pasen tiempo con ellos, que son con los que aprenderán valores.
- Respeto. Los niños de hoy en día, valga la archiconocida fórmula, no respetan nada: ni a sus padres, ni a sus compañeros, ni a sí mismos. El autor aboga por una cultura del respeto entre las paredes del hogar.
- Humildad en lugar de autoestima. Sax detesta el “imperativo cultural contemporáneo de ser ‘geniales’” como la panacea para el éxito; por el contrario, considera que es más importante que los niños aprendan a ser humildes.
- Fuera tecnología. Nada de utilizar el móvil, la tablet o ningún otro dispositivo en la mesa o cuando está la familia junta, y no, no se refiere únicamente a los niños, sino también a los padres. Deben ser el mejor ejemplo y los primeros en no sacar el teléfono, por ejemplo, en la consulta del médico (algo que, a juzgar por el comentario, le debe haber debe haber pasado a menudo en su día a día).
- No te deshagas de tus hijos. Sax recomienda que en lugar del ‘play date’ (la palabra utilizada en EEUU para referirse a esas citas extraescolares en las que los niños acuden con sus compañeros a un museo o al parque, por ejemplo, con un adulto que cuide de ellos) la tarde se pase con los padres.
Artículo recomendado por Francisco Ballesteros