El primer día de curso, el escritor Eduardo Soto acudió al colegio público El Carmen de Cuenca para matricular a su hijo en segundo de Primaria. Inscribió al niño en Alternativa -dos horas lectivas a la semana- y preguntó a la jefa de estudios: «¿Qué va a hacer mi hijo durante estas dos horas?». «Nada», fue la respuesta. El padre quiso saber más, pero la profesora le cortó: «No podemos hablarles de ninguna cultura religiosa, ni repasar asignaturas, ni abordar actividades que supongan un refuerzo académico porque lo prohíbe la ley. Por eso no hacemos nada. Lo ha decidido el claustro para evitar problemas».
– ¿Y entonces qué hacen?
– Jugamos al parchís.
La clase de nada, la que antes se llamaba Alternativa a la Religión y desde la Ley Orgánica de Educación (LOE) de 2006 se denomina Atención Educativa Debida, es una de las asignaturas que más desconcierto genera entre padres y educadores. Desde jugar al parchís o a los barcos hasta aprender Conocimiento del Medio, pasando por cante y baile local, técnicas de inteligencia emocional, hacer los deberes en silencio o suprimirla del calendario: todo cabe dentro de una materia cuya regulación legal se limita a exigir «una debida educación (…) sin reforzar el conocimiento».
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Entrada propuesta por Francisco Ballesteros.